Buscando recetas navideñas, di con la torta galesa. La hice por probar y me pareció deliciosa; es la torta de novia que había estado buscando durante mucho tiempo. Me pregunté cómo nació la historia de este bizcocho húmedo y especiado que tanto me gusta y he aquí lo que encontre: en 1865 una embarcación llamada Mimosa partió del condado de Madryn hacia la patagonia argentina con más de un centenar de galeses, hombres y mujeres, que buscaban un lugar en el que poder formar una colonia y conservar sus costumbres, lejos de los ingleses. Es así que llegan al valle del río Chubut y se instalan en este inmenso territorio no exento de dificultades; carecían de agua dulce y alimentos, sin contar las inclemencias del clima y la amenaza de ataques extranjeros. Es entonces que buscando un alimento rico en calorías y de fácil conservación, los galeses, tomando los ingredientes que la nueva tierra les proveía: azúcar negra, frutas azucaradas y miel, crean un pastel con el que celebrarían la navidad, los matrimonios, y demás fechas importantes. La tradición chubutense dice que la base del pastel de novios, que es una torta galesa, debe conservarse durante el primer año de casados, cada mes, los esposos comerán un trozo, como recuerdo de las dificultades que iran superando; esto da cuenta también de la perdurabilidad de esta rica torta que según los entendidos depara 45 horas de elaboración. Encontré preparaciones en las que las frutas secas y confitadas, la mantequilla y el azúcar se hierven y al día siguiente se agregan los demás ingredientes; otras se preparan batiendo la grasa con el azúcar y los huevos, y luego intercalando los secos con los líquidos. Yo me quedo con una versión que lleva brandy y mermelada, yo usé una de naranjas hecha en casa y panela oscura, que le da un color particular muy suculento. Estos días acompañaré el té con un pedazo de torta galesa, en memoria de aquellos colonos que abandonaron su tierra en busca de un mejor porvenir para ellos y las generaciones que les sucedieran.
Fuente:
patagonia-argentina.com
martes, 7 de diciembre de 2010
jueves, 3 de junio de 2010
¿Que son todos esos colores?
Estuve en el centro cultural peruano japonés y decidí llevar a mi casa unos dulcecitos desconocidos que había en la vitrina de la cafetería. No quise pedirle al vendedor que me repitiera sus nombres porque sabía que de cualquier forma no los recordaría. Acá he puesto una foto, y si alguien los conoce, o se anima a investigar su nombre les estaré muy agradecida.
Trataré de ser lo más exacta posible en cuanto a mis sensaciones al degustarlos, aunque es un poco difícil porque solo puedo narrar lo que saboreo en base a lo conocido, y debo reconocer que no he probado demasiados sabores distintos. Para empezar probé el rectángulo rosado y blanco, la primera sensación que tuve fue la del tacto, es un pedacito frío y liso de una especie de gelatina que hay que arrancarse de los dientes para conseguir un bocado. Muy poco dulce y de sabor como a algún cereal, probablemete sea de arroz, es como si se quedara en la boca aún después de haber masticado mucho. La verdad no me pareció rico. El rectángulo de la derecha tiene la misma textura, solo que está cubierto de ajonjolí lo cual le da un toque crocante, y el sabor es más agradable, va mejorando. El tercero que parece una rodajita de keke es el que más me gustó, la corteza se parece mucho a la de un budín de pan, tiene ajonjolí por encima, no es tan glutinoso y el sabor es un poco avainillado, rico. La bolita rosa que le sigue me hizo ilusionar: si se corta por la mitad aparenta ser un marshmellow rosa relleno de chocolate, pero no. La masa es más dulce que las anteriores, parece cubierta de azúcar en polvo, y por dentro tiene un puré probablemente de frijol negro, no era lo que esperaba, pero pasó la prueba de mi paladar. El último que tiene tonos naranjas y marrones viene pegado a una hoja, ignoro de que árbol. Es un poco más de lo mismo, consistencia gelatinosa, pero al pasarlo dejaba como un sabor a menta. Lo mejor de todo fue que al final sentía saciedad, más no empalago ni pesadez. Las porciones son pequeñitas, y bajas en azúcar lo cual hace más fácil digerirlas. Este ha sido el resumen de mi primera experiencia con postres japoneses. Si averiguo de qué están hechos y a que hora y cómo se comen en Japón les cuento.
Dejo un link que encontré en http://www.pasteleria.com/
jueves, 27 de mayo de 2010
Inés Berton y el hechizo del té
De chiquita, Inés sufría malestares terribles debido a su agudísimo olfato; no soportaba el olor a desinfectantes ni perfumes. Nunca imaginó que este sentido sería su más preciado don y que gracias a él recorrería el mundo preparando "blends" (mezclas) de té.
La historia empezó cuando a los 21 años viajó a Nueva York; trabajaba en el museo Guggenheim, cuyo primer piso era una casa de té a la que Inés se hizo asidua y donde, llevada por su finísima nariz, hacía sus propios blends como clienta. La gente pedía lo mismo que ella y la dueña decidió contratarla. Descubrió entonces que tenía un talento especial para distinguir aromas y sabores y decidió abandonar el mundo de la pintura, que era su gran pasión, para dedicarse a vender té y desentrañar los secretos de esta milenaria hoja.
Hoy es propietaria de varias tiendas "Tealosophy" en Argentina y Barcelona, escribe, diseña e incluso ha participado en la producción de un disco que busca casar tés y canciones.
Pero todo esto tiene sentido solo si viene acompañado de ese ratito del día en que hay que poner pausa, calentar agua, echar las hojas en nuestra taza favorita y tomar un té despacio mientras escuchamos la música que más nos gusta. Es en esto en lo que pone énfasis Inés, en el ritual de tomar té, tomándose un tiempo.
Es indudable que detrás del éxito de Tealosophy hay mucho trabajo y dedicación, pero sobre todo hay inquietud por aprender, amor al oficio y ganas de brindar cada día un pedacito de sosiego a esta vida alborotada.
Fuente: http://www.youtube.com/
http://www.youtube.com/watch?v=jSTYrZLt4iM
La historia empezó cuando a los 21 años viajó a Nueva York; trabajaba en el museo Guggenheim, cuyo primer piso era una casa de té a la que Inés se hizo asidua y donde, llevada por su finísima nariz, hacía sus propios blends como clienta. La gente pedía lo mismo que ella y la dueña decidió contratarla. Descubrió entonces que tenía un talento especial para distinguir aromas y sabores y decidió abandonar el mundo de la pintura, que era su gran pasión, para dedicarse a vender té y desentrañar los secretos de esta milenaria hoja.
Hoy es propietaria de varias tiendas "Tealosophy" en Argentina y Barcelona, escribe, diseña e incluso ha participado en la producción de un disco que busca casar tés y canciones.
Pero todo esto tiene sentido solo si viene acompañado de ese ratito del día en que hay que poner pausa, calentar agua, echar las hojas en nuestra taza favorita y tomar un té despacio mientras escuchamos la música que más nos gusta. Es en esto en lo que pone énfasis Inés, en el ritual de tomar té, tomándose un tiempo.
Es indudable que detrás del éxito de Tealosophy hay mucho trabajo y dedicación, pero sobre todo hay inquietud por aprender, amor al oficio y ganas de brindar cada día un pedacito de sosiego a esta vida alborotada.
Fuente: http://www.youtube.com/
http://www.youtube.com/watch?v=jSTYrZLt4iM
martes, 25 de mayo de 2010
La verdad del tiramisú
Este postre de nombre particular que es la delicia de los fanáticos del café, es además un dulce relativamente nuevo, si tomamos en cuenta que no figura entre los italianos de siempre; a diferencia del popular Zabaglione que data del año 1600 y cuya base es la misma: yemas y azúcar. Se dice que el nombre del Zabaglione proviene del santo protector de los cocineros y reposteros: San Pascual Baylon (17 de mayo) La antigua receta del Sabayón (como se conoce mejor en castellano) consiste en batir vigorosamente yemas y azúcar hasta que se aclaren, luego añadir vino, ron y canela sin dejar de batir para finalmente entibiar a baño maría.
El tiramisú en cambio no tiene más de tres décadas. Originalmente se preparó a base de yemas y azúcar, pero un cocinero decidió agregarle mascarpone para darle más cuerpo, lo cual restó al postre su poder energizante, ya que la cantidad de grasa del queso tuvo el efecto contrario: digestión más lenta y consecuente somnolencia.
El nacimiento del "tira-mi-sú" tiene su origen en un burdel de Veneto. Un antiguo cliente recuerda: "...cuando nos íbamos con amigos a los burdeles de Treviso, en esos tiempos tenían también cocinero, la maîtresse, a los clientes aficionados (pero también a las mujeres), les ofrecía una crema dulce diciendo con cortesía estas palabras emblemáticas: Anda, toma cariño, que te doy una cosa que "te tira su"..." Es decir, te doy una cosa que te da más fuerza"
En el 1968 el Tiramisú artesanal llega oficialmente a la cadena de los restaurantes Toulá donde hasta hoy sirven el tiramisú originial, es decir, aquel compuesto únicamente por bizcochos embebidos en café y puestos en el fondo de un recipiente, yemas batidas y azúcar y cacao en polvo por encima, sin añadido de licores.
Ahora existen muchísimas versiones de este postre, cada cocinero le agrega el toque personal que más le gusta o le conviene, con lo cual del tiramisú solo queda el nombre.
Fuente: www.pasteleria.com
http://www.pasteleria.com/articulos/view/el-dulce-equivoco-del-tiramisu-no-hay-mascarpone-en-la-receta-original
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